Pese a la peajización que imponen las plataformas y las grandes tecnológicas, Internet sigue siendo un espacio lleno de material a disposición para descargar sin pagarle a nadie. Aquí una pequeña guiá práctica para no caer en la paja mental del algoritmo.
"Todo lo que está en Internet es tuyo", dijo y me conquistó. Esa frase, que pertenece al ideario común del cyberespacio, refleja la contracara del estado actual de la Red de Redes, donde para poder ver una película, leer un libro o historieta, escuchar una canción o jugar un videojuego nos quieren llevar irremediablemente a poner nuestra tarjeta de crédito, una y otra vez. Como mencionamos antes, el capitalismo de datos nos llevó al absurdo de pagar Internet varias veces: pagamos el abono de nuestro ISP y les pagamos a Netflix, a Spotify, a Amazon, a Max –y quién sabe a cuántas otras plataformas– para poder acceder a distintos rutas que salen de la misma autopista: Internet.
A principios de los 2000, cuando en el mundo comenzaba a popularizarse la banda ancha y las conexiones de internet persistentes dejaban atrás el dial-up, la forma de consumir y distribuir contenido web comenzaba a cambiar drásticamente de la mano de varias redes de datos: Napster, Kazaa y eMule eran las aplicaciones predilectas a la hora de bajar música, películas, software y algún que otro virus. Hoy en día todas están muertas, a excepción de la inmortal red ed2k, popularmente conocida por su cliente, eMule.

eMule, el camino de la mula
Hablar de eMule en la época de los peajes en Internet puede resultar anacrónico, pero nada más alejado de la realidad. Aquella red es hoy el mayor reducto de historietas y producciones audiovisuales que se encuentre en cualquier rincón del cyberespacio. Desde los inicios de eMule, existen diversos grupos de piratas que actúan a la vez como archivistas del acervo cultural, que se encargan de rippear peliculas o rastrear historietas en mesas de saldo. Si durante los primeros años del 2000 descargaste Lost o Band of Brothers desde eMule, probablemente hayas bajado un archivo rippeado por algún miembro del clan-sudamerica.net, una comunidad forística que está cumpliendo 20 años por estos días.
Dentro de su foro está la mayor recopilación de cine y televisión hispanoamericana, rippeada directamente del cable, de la TV de aire, de VHS, DVD y CD, y subidas casi en exclusividad a la red eMule. Gran parte de lo que allí se sube no está en ninguna plataforma paga o gratuita. Si te gustan el cine de autor y las películas independientes, si buscás alguna joya perdida de nuestra televisión, la mejor forma de buscarlas es registrándote en el foro y perdiéndote en sus threads llenos de invaluable material fílmico.
A la hora de conseguir historietas, la comunidad detrás del Comic Release Group (CRG), aunada en el foro La Mansion CRG, se constituye como el mayor espacio de preservación de cómics de todas las épocas. Si tuviéramos que imaginar un Archivo Nacional de la Historieta Argentina, el foro sería su edificio y la red eMule su biblioteca. No exagero, ya que allí hay una enorme cantidad de héroes anónimos, piratas digitales, escaneadores, traductores y maquetadores que recolectan las publicaciones de revistas o libros de todas las épocas y las suben a la red a través de su foro.
Hoy el nombre de Oesterheld está en boca de tod@s por El Eternauta, pero el más maravilloso guionista que estas tierras nos dio no solo escribió esa magnifica obra sino que participó de infinidad de historietas. La mayoría nunca se reeditaron y murieron en revistas de la época, que por suerte el CRG se encargó de preservar, junto a la obra de muchísimos otros historietistas. Para que se den una idea, dibujantes como Juan Zanotto o incluso el mismísimo Francisco Sólano López publicaron muchas obras en Europa, en francés o italiano, que nunca se editaron en Argentina, pero que los miembros del foro consiguieron, escanearon, tradujeron y maquetaron. Todo esto solamente hablando de historieta nacional; de más está aclarar que cuanta cosa de Batman, Superman, X Men o la historieta que se les ocurra, es muy probable que se encuentre para descargar a través de eMule.
Cómo usar eMule hoy
En aquellos tiempos, la forma más común de usar eMule era descargar el cliente, conectarse a algún servidor y buscar lo que queríamos desde la aplicación. El cliente de aquella epoca quedó deprecado y el que se utiliza hoy en PC/laptop es aMule, una versión open source disponible para Mac, Linux y Windows. Para los casos que hemos explicado no precisamos conectarnos a ningún lado, simplemente alcanza con entrar en los foros, buscar los enlaces ed2k, copiarlos y pegarlos en cliente de eMule y esperar. Para una mejor experiencia al usar la red se recomienda abrir algunos puertos en nuestro router, pero no es obligatorio. Obviamente hay que recordar que lo que descarguemos de allí puede tomarse su tiempo, ya que dependemos de que los usuarios que poseen esos archivos los estén compartiendo, por eso a la hora de utilizar este tipo de redes tenemos que cultivar la paciencia.

Soulseek, la cueva de los melómanos
Teniendo en cuenta que almacenar files es muchísimo más barato que hace 20 años, y que los teléfonos celulares vienen con suficiente espacio para música offline, no resulta tan descabellado descargar en vez de usar Spotify o similares. Más aún si preservás ciertos patrones de consumo musical como el escuchar álbumes enteros o armar listas a mano, y no dirigidas por algún algoritmo. Para ese caso, la veterana aplicación Soulseek, que tiene ya 24 años, sigue siendo la opción más utilizada por melómanos y datahoarders.
Quienes se conectan a Soulseek simplemente eligen qué carpetas de su disco compartir, para así ofrecer al resto la música que tienen a disposición. De esta manera se gesta una comunidad que interactúa, se recomienda discos y se agrupa por géneros musicales. Allí solamente basta con buscar algún disco y ponerlo a descargar. Lo mejor de todo, para los oídos finos, es que muchísima de esa música están en el preciado formato .FLAC, un formato de audio de altísima fidelidad, muy requerido por los melómanos –no sería el caso de este cronista, que tras años de recitales punkimetaleros ahora disfruta de un hermoso acúfeno–.
La red BitTorrent
Si el contenido que buscás está dentro de la cultura "mainstream", tanto para películas, música y juegos, la mejor forma de conseguir ese contenido sin pagar ni volverse loco es utilizar la red BitTorrent, quizás de los mejores protocolos para compartir files en la red. Torrent surge también en 2001, casi al mismo tiempo que la red eMule, pero recién en 2004 compenzaría a despegar y, además, a transformarse en un protocolo propiamente dicho. Al igual que eMule, comparten la parte del peer-to-peer pero de maneras distintas, siendo BitTorrent un desarrollo muchísimo más eficiente, seguro y fiable, que permite muchísimas más conexiones y velocidades. Cualquier película o serie que se encuentre en las grandes plataformas, prácticamente al instante es subida a la red y se esparce como un virus.
A diferencia de eMule o similares, donde desde la aplicación teníamos dónde buscar las cosas para descargar, BitTorrent requiere de "trackers" externos, sitios que precisamente trackean los files que están siendo compartidos en la red. El más conocido en sus inicios fue The Pirate Bay, cuyos creadores terminaron siendo enjuiciados y encarcelados (historia que se puede ver magistralmente contada en este documental), y con el sitio bloqueado por la mayoría de ISPs del mundo. Aún es accesible, pero a través de distintos proxies, por lo que a la hora de buscar recomendamos dos trackers. Por un lado, si lo que buscan son películas, fundamentalmente estrenos, yts.mx tiene un enorme catálogo de films con sus subtítulos para no andar renegando tanto; mientras que 1337x.to es otro tracker histórico de contenido general (series, películas, software y videojuegos).
La etiqueta de seeders y leechers
En estos casos, alcanza con descargar el archivo .torrent, abrirlo con algún cliente (en lo personal, recomiendo Transmission, bueno, bonito y liviano) y esperar. Aquí tenemos que tener en cuenta cómo funciona la red a la hora de compartir los files. Quien tiene el archivo completo y lo está compartiendo, es el usuario seed (semilla) y quien está descargando el archivo y a su vez lo comparte, es el usuario leecher (sanguijuela). Lo importante es ser siempre seed y no una parasitaria sanguijuela que solo usa la red un rato y luego deja de compartir: la resiliencia en este tipo de redes se da precisamente por el aporte que quienes la usan hacen a la red, y esos aportes se miden en seguir compartiendo los files mientras se termina la descarga.
Esto es fundamentalmente importante con archivos poco populares. No importa tanto que al descargar la última de Star Wars nos quedemos con el cliente de torrent abierto para compartir. Pero si descargás un torrent con toda la obra de Oesterheld, ¡por favor, no seas una sanguijuela inmunda y quedate seedeando! Por esta razón, a la hora de descargar un torrent debemos mirar si tiene muchas o pocas seeds; mientras más tenga, más usuarios lo están compartiendo, por ende, más rápido se descargarán.

BibliotecaSecreta y el Anna's Archive
De que Internet es el compendio de cultura humana más grande que hayamos creado ya no cabe duda alguna. Casi cualquier obra cultural está accesible a un par de clics y sin pagar nada más que nuestra conexión a la red. Las metáforas de la Internet como una biblioteca, que algunos ya leyeron en Borges, en Asimov u otros autores clásicos de la literatura mundial, dejaron de serlo para transformarse en realidad.
A la hora de acceder a un compendio de libros en español, tal vez a la mayor biblioteca digital del mundo, lo podemos hacer mediante la BibliotecaSecreta. Este desarrollo de vaya uno a saber qué grupo de héroes completamente anónimos, tiene una colección de más de 120 mil libros en español (hace 4 años eran 85 mil) disponibles para descargar a través de un bot de Telegram. Bot que es tirado abajo por los lobbystas del copyrigth, pero como bien dice el dicho, por cada servidor nuestro que caigan, caerán 10 de los de ellos. Al interactuar con el bot, sólo necesitamos escribir el nombre de un libro o autor y, al instante, nos traerá la info y la posibilidad de descargarlo en formato EPUB/MOBI/PDF. En caso de estar caído el bot, solamente hay que agendarse la URL de la BibliotecaSecreta para chequear cuál es el nuevo barco pirata de libros que se ha levantado.
Una biblioteca aun mayor que la anterior es el Archivo de Anna (o Anna's Archive), que funciona distinto. Este archivo surgió tras la clausura del Z-Archive, espacio que funcionaba igual que Anna: son metabuscadores en linea de bibliotecas fantasmas, es decir bibliotecas digitales que tienen libros expuestos en Internet pero que no son de fácil acceso ya sea porque tienen paywalls, requieren suscripciones pagas, tienen políticas de DRM o alguna otra barrera de accesibilidad. De esta manera, el Archivo de Anna nos permite navegar entre más de 51 millones de libros y 95 millones de papers en todos los idiomas, simplemente accediendo a ella, buscando y descargando sin ninguna restricción.
Para esto pago Internet
La Red de Redes se inventó para comunicar distintos puntos entre sí, y para que esos puntos pudiesen compartir información libremente. En el momento en que empezamos a pagar varias veces por un mismo servicio, disociamos el concepto de archivos y de almacenamiento, transitamos toda la red en tres o cuatro aplicaciones y comenzamos a perder el hermoso hábitat del cyberespacio. Volver a ganar estos espacios no surge de un recuerdo nostálgico por aquellos primeros años de la banda ancha; se trata más bien de una lucha contra los oligarcas del dato que, a punta de peajes y sectorización de la red, vienen a instaurar un modelo de Internet que nada tiene que ver con los conceptos propios del cyberespacio.
Aprender a buscar archivos, tomarse el tiempo de conversar con amig@s sobre qué película o disco escuchar, que juego jugar, que libro leer, es parte de la batalla por la soberanía cognitiva. Un detalle no menor es que al descargar películas o libros, y verlos por fuera de nuestro navegador web, estamos siendo más eficientes en el uso de nuestra computadora. En concreto, ver películas en streaming o escuchar música bajo esa modalidad requiere tener siempre el browser cargando esa pestaña: en equipos de prestaciones modestas, Netflix o Spotify devoran recursos. Ni hablar si tenemos una TV Android que quedó tan obsoleta que no corre Netflix. Pero seguramente esa TV tenga un puerto USB para cargar data y ejecutarla sin pasar por esa app.
Si dejamos todos nuestros consumos librados a los algoritmos, en un par de años todos naturalizarán que para ver una película o escuchar música tenemos que indefectiblemente pagar por ese contenido que ya está en la red. Parecería ser que si algo no está en una plataforma, no vale la pena verlo, jugarlo, leerlo, escucharlo. Ante la dosificación de la dopamina en todas las plataformas, anteponemos la búsqueda y la espera para ver aquello que nosotros decidimos ver. Si con las conexiones que había en 2004 podía esperar una puta semana descargando un capítulo de Band of Brothers, ahora que tenemos velocidades 10, 20, 40 o 100 veces mayores, ¿cómo no voy a esperar 30 minutos para ver El Eternauta bajado completamente pirata?