Bastones gruesos, escudos redondos, etiquetas de originalidad, patrocinadores memorables, tipografías horrendas, cuellos levantados, mil rayitas o escotes en V. En V de victoria, de vestimenta y de vicio. Dicen que el fútbol tiene cosas hermosas y la belleza de sus camisetas se exhibe a diario. Está lleno de gente a la que no le interesa lo deportivo pero que desarrolla el fetiche por una buena casaca.

¿Te acordás de la de la Fiorentina de Nintendo? ¿La de Belgrano del Potro Rodrigo? ¿Viste alguna del St. Pauli colgada en un centro cultural anarcopunk? ¿A Santiago Motorizado tocando con una vieja de Gimnasia y Esgrima de La Plata? ¿Alguna de tus compañeras entró a sus 15 con la 10 de Tévez en Boca? A eso me refiero, y a lo que sea que estés recordando también.

Para la mayoría, una camiseta de fútbol es una identidad y un legado, pero hay muchos también para quienes es una ropa para el carnaval o un uniforme, otros para los que será una obra de arte o un trapo, y definitivamente hay para quienes es una prenda de lencería erótica o un trofeo de guerra interbarrial. Casi cualquier varón sub-40 tiene una relación estrecha con las camisetas de fútbol, y casi todos tienen más de una.

Cada vez más, las pibas también muestran ese fanatismo, portan esos estandartes, salen embutidas en las camisetas de sus clubes. Tomes la muestra que tomes, un alto porcentaje de pibas y pibes incluso va a recordar sus primeras camisetas y, llegado un punto en su vida, va a cagar bien a puteadas a su mamá por tirársela o quemársela con la plancha.

Sería estúpido negar que esa conversión de la camiseta de fútbol en un objeto de poder tiene relación con ciertos ritos familiares, pero igual de estúpido es no reconocer que también es un magma de fanatismo que se funde entre los videojuegos, las ferias de ropa usada y las publicaciones de Instagram de las bandas del indie global.

Cuentas fetichistas de Instagram como CultKits o perfiles en X como el del fotógrafo japonés Masahide Tomikoshi te refriegan en la cara en todo momento la belleza de las camisetas de fútbol más recordadas de los casi 165 años de historia de ese deporte. Pero salir a la calle y cruzarte a un vecino también te puede exponer al mismo nivel de alta costura. Ni hablar de las cuadras alrededor de cualquier estación de trenes del conurbano o la capital federal, tierras de excursión al reino de la camiseta trucha.

Por motivos más que evidentes, Argentina tiene propensión a los mercados secundarios de productos originales usados, junto con amplios sectores de nuevos del mercado apócrifo, ya sea software pirata o camisetas imitación. Esto fue derivando en que, por ejemplo, haya cientos de traders de casacas moviéndose por las ferias del país y las redes sociales, consiguiendo incunables, cobrando sobreprecio por telas con autógrafos borroneados, bajando el valor de cuanta camiseta les lleves. Porque así funciona el mercado persa desde la seda hasta estas combinetas de algodón, elastano, poliéster y nylon de las casacas actuales.

Esas tiendas y esos dealers del recuerdo, que actúan según el manual de estilo de los mercaderes de los juegos de rol aunque jamás hayan jugado un RPG, conviven con los locales de camisetas truchas de las estaciones –que van de cualquier modelo que haya usado Maradona a las del Niupi–, las ferias de los barrios periféricos y las tiendas oficiales de shoppings, que ofrecen la doble versión de camiseta fanático o camiseta jugador. La hipersegmentación y la aparición de productos premium dentro de una misma línea o una misma colección o temporada es también un exponente de esta época de hiperfinancialización de los intereses.

Y las camisetas de fútbol son un tipo de interés con mucha fuerza porque son objetos coleccionables, y uno de los objetos más accesibles en términos de coleccionismo, dentro de un mercado bastante líquido. Me sorprende que no haya habido todavía una colección de NFT realmente exitosa con minteos 1/1 de camisetas históricas, como sí hubo una de consolas de videojuegos míticas en su momento, con X-Consoles.

Tal vez un acercamiento muy liviano (y no propietario) a ese tipo de coleccionismo digital esté en la saga FIFA de EA Sports, actual EA Sports FC, que en su modo Ultimate Team ofrece un TCG donde no solamente se lootean jugadores sino también camisetas, cantitos de hinchadas, apodos para el equipo, banderas para las tribunas y un largo etcétera donde las casacas, no obstante, siempre se guardan el lugar estelar. De hecho, qué juego de fútbol tenía más camisetas licenciadas fue algo muy tenido en cuenta en la larga década de enfrentamiento de FIFA vs PES.

La historia del fútbol es, un poco, la historia de las camisetas de fútbol. Que en 1860, en el primer partido oficial registrado en la historia, las del Sheffield United y el Hallam eran camisas de manga larga con botones. Un siglo después llegarían los primeros sponsors y las telas sintéticas, pero también los gestos públicos con eje en la camiseta, como lo de Cruyf jugando con dos de las tres tiras típicas de Adidas en reclamo.

Hoy el diseño de zamarras –como se las conoce en otros lados– está a la vanguardia de la indumentaria. Y del marketing, con casos como la saga de camisetas del FC Barcelona con artistas como Drake, Rosalía, Karol G, Coldplay o los Rolling Stones. En el medio, Argentina como siempre tiene sus coronados de gloria: en este caso Martín Tibabuzo, diseñador UBA que hizo las camisetas argentinas de los mundiales 2010 y 2014, las de River Plate 2009-2014 y otras para Chelsea, Flamengo, Benfica, AC Milan o Juventus y selecciones como Rusia, Colombia o Japón. Muchísimo más por debajo del radar, los indies recordarán a Manta Raya, la banda de George Manta, el también artista conocido por laburar las casacas y la estética de Aldosivi de Mar del Plata.

El imaginario y el anecdotario camisetil son interminables, y no imagino un mundo donde las camisetas de fútbol vayan a ir perdiendo valor. Al menos no de forma permanente. Es más, flasheo con un futuro post apocalíptico donde las camisetas que sobrevivan sean tomadas como loot, como medio de intercambio y medición de valor.

¿Cómo podría irse a cero el modelo del Manchester United que usaba Cantona el día que le pegó la patada al facho hincha del Crystal Palace? ¿A cuánto cotizará una camiseta de Messi usada en el Mundial de Qatar dentro de 25, 50 o 100 años ? ¿Y qué marciano se daría cuenta de si es la posta o una imitación?

(*) Tiempo después de publicado este texto, Juanma hizo este tutorial sobre cómo hacer fanzines y usó la versión original del artículo para hacer el primer 421zine. Revistitas, camisetitas o, como se ve en la foto, dados d20 y juguetes descatalogados: amamos coleccionar cosas, y las camisetas de fútbol tienen todo para ser el loot definitivo del deporte mundial.