El tipo arranca con una avivada: "Fabio Zerpa tiene razón, hay marcianos entre la gente". Primer tema, primer álbum, 1984. Mientras era figura en Los Abuelos de la Nada y músico clave de la banda de Charly García, Andrés Calamaro debutaba como solista y comenzaba una dinastía de discos que se sigue estirando. Hoy es de los pocos barones del rock que quedan realmente en actividad, pero en el medio fue un crío drogota con el corazón lastimado. Y qué forma magistral de serlo.

Andrés Calamaro –Andresito, El Salmón, Andrelo– es uno de los autores argentinos más notables en cualquier disciplina sonora o narrativa. Un número 1, un mago del chamuyo y de la rima asonante. Quienes lo hayan escuchado posta coincidirán en que es un Mago Gris. Pero no pretendo acá escribir sobre por qué es de los más grandes que hay –lo es– sino apenas volver al mito de origen del superhéroe del multitrack.

Alguna vez, desde el living de Hola Susana, deseó que "dentro de 50 años" se siga hablando de sus discos. Pasaron más de 25 desde esa entrevista por la edición de Honestidad brutal y seguimos escuchándolo y yendo a verlo tocar (tres Movistar Arena en noviembre + Hipódromo de La Plata en diciembre). Pero la profecía autocumplida empieza antes, con esos cuatro discos esenciales que sacó en sólo cinco años, del '84 al '89. Un "Vietnam de saliva y sangre", bastante antes de Deep Camboya.

Hotel Calamaro, Vida cruel, Por mirarte y Nadie sale vivo de aquí. Un póker de Andreses.

Andrés, Gringui y Mario

Andrés Calamaro nació el 22 de agosto de 1961 en Capital Federal. Cuando empezaron los '70, ya sabía tocar el bandoneón. Después agarró la batería, y antes de cumplir la mayoría de edad ya había pasado a los teclados y grabado su primer álbum: B.O.V Dombe, como tecladista de Raíces. De hecho, cumplió 17 durante esas sesiones en los estudios Fonema, en Av. Belgrano y Perú, donde pegó onda con el ingeniero de sonido Mario Breuer. A esa altura, año 1978, Andrés estaba terminando el secundario y se juntaba a hacer música con Gringui Herrera, su amigo de la Escuela del Sol, que tenía banda propia y tocaba guitarra y bajo.

La historia de Calamaro en los '80 tiene a Gringui y a Breuer de co-protagonistas, un tier por encima de otros músicos y amigos secundarios de ese decadrón, como Ariel Rot que llegaría al final, Cuino Scornik que estaría siempre aunque en dosis más bajas –de canciones– o Charly García y Miguel Abuelo, quienes así como lo apadrinaron también vampirizaron su talento prematuro.

Gringui Herrera es el primer gran compinche de Andrés y su guitarrista durante los '80. Firman juntos 11 temas en los álbumes de Calamaro y otros para discos de Los Abuelos de la Nada, como "Así es el calor" o "Levantando temperatura". Tienen antecedente escolar: egresaron en 1978 y para la fiesta armaron La Chorizo Colorado Blues Band. Fue el mojón de la Elmer's Band o Elmer Band –según quién la nombre–, grupo más punky que arrancó cuando Gringui volvió de España en 1980, y que también tenía a Eduardo Cano, el futuro bajista de Los Twist.

Mario Breuer no sólo grabó aquellos primeros demos de Calamaro-Herrera en 1978/1979, sino que acompañó a Andrés en los '80, mezclando o produciendo sus álbumes, como ingeniero de sus grabaciones u ocupándose de la dirección artística, tareas casi siempre compartidas con él. En 1982/1983, además, grabaron en Panda la música para la obra Tango salsa, de Robertino Granados, último trigger para que Andrés se decidiera a hacer su disco solista. Había acumulado "algunas máquinas" en su casa, los fierros suficientes para grabarse, y tenían muy buena onda con Mario: "Se juntaron el hambre con las ganas de comer".

Los pormenores de este contexto están sobrenarrados y súper a mano. Igual que su paso por Los Abuelos, por la banda de Charly o por Los Rodríguez. Igual, recomiendo meterse en el rabbit hole de Calamaro en los '80, cuando estuvo en un grupo con Zeta Bosio y Gustavo Cerati que fue el anteproyecto de Soda Stereo, armó bandas con Daniel Melingo y Pipo Cipolatti, produjo a Los Enanitos Verdes, Don Cornelio y Los Fabulosos Cadillacs, subió a tocar con Sumo en el Luna Park, y grabó con Spinetta, Charly, Luca, Abuelo, Gieco, Páez y Los Twist.

Pero el punto de este texto –ya llegamos– es que, entre todo ese lío + las composiciones del tercer disco de Los Abuelos de la Nada (Himno de mi corazón) + las grabaciones del segundo de Charly García (Clics modernos), y mientras era una pieza clave del engranaje de ambas bandas en vivo y en estudio, Calamaro hizo tiempo para grabar y producir su primer disco solista.

Hotel Calamaro, 1984

"Hotel Calamaro tendría que haber sido la grabación de la Elmer's Band, nuestro dúo crónico con Gringui, la cristalización en disco de aquellas grabaciones en El Jardín (el estudio de Breuer en Av. Santa Fe y Talcahuano). Pero habían pasado dos años, tres, y queríamos grabar de diferentes maneras", contó AC. Cuatro temas firma con Gringui: "Fabio Zerpa tiene razón" (que incluye un parlamento del ufólogo), "La vi comprándose un sostén", "Amor iraní" y "Miro por la ventana".

Todas producidas por Charly, salvo la del corpiño. García también grabó "Amor iraní" con Calamaro y produjo "Detenida", feat de Andrés y Pipo. Tal vez para capitalizar la juntada para aceitar su propia banda, cruzó a sus músicos y metió a los GIT (Guyot, Iturri y Toth) como grupo del tecladista. Aunque Andrés dejaría de acompañar a García, dando vía libre al ingreso de Fito Páez.

Como sea, Hotel Calamaro es un típico primer disco, rejunte de canciones de distintas épocas, madureces y personas, porque para esa altura Andrés conocía mucha gente del rock y el disco pasó muy rápido al plan "Traigamos amigos al estudio", como tantos discos de esos años hinchados de voluntarismo estupefaciente.

Foto de Andy Cherniavsky, pareja de Andrés durante los '80

Es un disco de canciones pop ochentosas, juveniles, de un autor talentoso pero inexperto. Tracks con baterías programadas, sintetizadores y estribillos inmediatos, lejos de la fusión rockera latina de Los Abuelos de la Nada. Andrés ya estaba pillo, desde chico, pero empezaría a ganar músculo real en esto de hacer canciones un par de años después. La primera que se destaca acá, por ocurrente y redonda, es "Fabio Zerpa tiene razón", que hicieron con Gringui de adolescentes y grabaron con Breuer en El Jardín. Esta versión de Hotel Calamaro, conducida por Charly, es posterior. "Manejábamos la ironía porque la situación para ensayar y fumar porros era delicada en aquellos años", dijo AC.

"Es música popular argentina, aunque no parezca una definición para el tipo de música que yo hago. Pienso que de una vez por todas este disco es música popular argentina. En los temas hay muchos teclados y se trabajó mucho en función de los sintetizadores y la batería eléctrica. Sin embargo, no por eso es más «tecno». No tuve ningún límite de swing o de expresión como músico pese a utilizar sintetizadores y máquinas de ritmo." (Andrés Calamaro en la Pelo #217)

La lista de invitados incluye también al trío vocal folklórico Oveja Negra, al Negro Colombres, al Vasco Bazterrica (guitarra y coros en "Radio actividad radial"). Aunque el tema que se despega del disco es "No me pidas que no sea un inconsciente", íntimo no sólo en su tono sino también en su origen, porque fue compuesto con Scornik en la Navidad de 1982. "La hicimos con el Cuino en casa de mis viejos, letra y música al mismo tiempo. Tiene un arreglo de coros bastante bueno. Fue nuestro principio como Bonnie & Clyde en mancuerna de autores de canciones", contó AC sobre este tema que llegó a cantar con Los Abuelos de la Nada. Todavía no había llegado Jorge Larrosa, que completaría la tríada ansiosa luego conocida como Los Poetas de la Zurda, que soltaría temas como "Estadio Azteca" o "La ranchada de los paraguayos".

En lo técnico, el disco está mezclado en mono, algo anacrónico para 1984, cuando el estéreo ya era estándar desde hacía dos décadas. "Además, la grabación tiene un defecto en la velocidad: todo el disco está un poco acelerado y afecta el sonido de la voz. No fue una buena idea", consideró Calamaro. El álbum no lo convenció mucho a él ni levantó mucha atención, y aunque tuvo apoyo de la prensa, no despertó excesivo entusiasmo. Quedó en evidencia y en desigualdad de condiciones ante sus aportes extraordinarios a Los Abuelos, como "Mil horas" o "Costumbres argentinas", su última ofrenda antes de dejar el grupo de Miguel.

Vida cruel, 1985

Calamaro define como "una grabación formidable" al proceso de su segundo disco. "Creo que grabábamos por un intenso deseo de mostrar cosas nuevas y de ponernos ciegos en el estudio y los ensayos, nuestra zona franca, la casa segura de los rockeros, y nunca importaba nada más. Nuestro dios protector particular nunca nos dejaba sin nada y sin un taxi." Para un tipo que ya en 1985 cantaba "Vi la raya, vi que va a haber jaleo" como si nada, qué ridículo habrá resultado que 10 años después lo enjuicien por hablar de fumar un porrito en medio de un recital. "Vi la raya", para ayudar a ponerle escala al Calamaro del '85, fue coescrita y hecha con Charly García en Palermo y luego regrabada con banda y la participación de Luis Alberto Spinetta.

"Experimentamos mucho en casa, con multipistas, grabaciones y samplers, solo y en compañía de otros. Cosas experimentales, casi siempre con Daniel Melingo, Pipo Cipollatti, Daniel Melero y Gustavo Santaolalla. Pero las canciones de Vida cruel las demeamos con Fernando Samalea y Richard Coleman. Casi lo grabamos con Santaolalla, pero al final nos metimos en el estudio con Richard, Fernando, Cano, Gringui y Fabián Von Quintiero. El concepto era fundir los deseos armónicos propios de Richard con los acordes originales de las canciones, básicamente. Luego se agregaron Stuka, Petinatto, Spinetta y los demás que están en aquella grabación."

Esa resintonización con Coleman y Samalea derivó en un disco más dark, más new wavero, menos juvenil, menos popero. Los colores de las pinturas de la tapa de Hotel Calamaro salen y entra el sobretodo largo, darky, de la portada de Vida cruel. No sólo hay esa información en Coleman (que viene de Fricción y firma "Fotos de ídolos") y Samalea (de Fricción y Clap), sino también en el uso de secuencers, el sonido de la bata electrónica, los sintetizadores, la utilización del saxo (tocado, según el tema, por el Gonzo Palacios, Petinatto o Melingo). Incluso algún tema puede recordar a The Smiths, The Cure y cositas de Elvis Costello.

"Acto simple", que siempre me dio vibes de haber inspirado a Fito para "Brillante sobre el mic" incluso teniendo violas de Stuka de Los Violadores, es la primera colaboración de Calamaro y Rot, yunta que terminaría en el éxito de Los Rodríguez, pasando antes por Nadie sale vivo de aquí, el disco que cierra los '80s calamarescos. También "Principios", mucho más colgado, es por consenso destacable. Y personalmente tengo gran predilección por "Sobran habitaciones", exacerbada porque lo sacaron tanto de la reedición en CD como de la reedición en vinilo de Vida cruel.

"Es un disco que pinta un poco el clima de la época, pero también el período azul y negro de Andrés, como los colores de tapa. El tenía algunos días realmente oscuros. Sin embargo, es mi disco favorito", contó Breuer. En otra entrevista en Cantarock con Claudio Kleiman, Calamaro definió así a Vida cruel: "Los dos lados son diferentes. El lado A es en tonalidad menor, más áspero y nocturno, de sesiones de grabación y mitología neuropsiquiátrica. El lado B es más luminoso y mayor, con temas más tradicionales del rock lento, de la canción rock y la balada".

El segundo disco de Calamaro tuvo mejor recepción crítica que el primero, pero menos rebote en los oyentes. Igual, cero drama: la pasaron bomba. "La grabación fue muy representativa de lo que eran las grabaciones hace treinta años. De noche, siempre puestos, invitando a todos los amigos talentosos para grabar. Viajes al fondo de la noche ¡para buscar un porro!", recordaría Calamaro, mucho después, en Rolling Stone. "Probablemente estábamos con los labios negros de bajar con vino."

Captura del video de la canción "Por mirarte"

Por mirarte, 1988

En Por mirarte, la guitarra reemplaza al teclado como instrumento base y la poética de Andrés encuentra una nueva síntesis de precisión, fuerza y sentido. Se grabó en el verano del '87/'88 en Panda, obviamente con Breuer en el control y con Gringui en la sala con Andrés. Y es un disco indudablemente de rock, con el pulso marcado por su nueva sociedad con Ariel Rot y el abandono de las tendencias poperas, góticas y new romantic en pos de una vuelta del rock con guitarras –que siempre está volviendo, será posible–. Temas como "Cartas sin marcar", "Loco por ti", "Lamiendo un hueso" o "Bailar sola" subrayan esa intensidad, al igual que el cover de "Johnny B. Goode", mientras que aparecen otros como "Con los dientes apretados", donde se despliega la picardía noctívaga del rock. Acá sí que "Sobran habitaciones" hubiera entrado perfecto.

Andrés llega a este tercer disco con el foco reajustado. Hasta 1985 y 1986 había seguido teniendo parte en shows y grabaciones con Los Abuelos de la Nada y Charly García. Sus dos primeros discos solistas habían sido más una suerte de "aguinaldos creativos", de extras para ir armando catálogo, que un plan de carrera solista muy concreto. En los más de dos años que pasaron entre Vida cruel y Por mirarte, no sólo incorporó data y cambiaron las modas, dejando desfasado ese contenido darky new wavero del segundo disco, sino que además empeoró el tema de la inflación, lo que ya después de su cuarto álbum, Nadie sale vivo de aquí, terminaría de triggerear su partida a Madrid junto a Ariel Rot.

"Aquella era una época complicada –recordaba Calamaro–, sólo había espacio para Los Redondos y Soda. Para los demás había migas. Los restos. Hacíamos giras por Argentina y volvíamos perdiendo dinero. Pedirse un Ballantines o comprar un gramo era equivalente a gastarse todo lo que podías ganar en aquellas giras que hacíamos en un Leyland a 80 km por hora. Incluso escribiendo canciones que potencialmente podían ser éxitos, vivíamos una especie de indigencia alegre como profesionales con espíritu amateur."

Por mirarte tiene otro easter egg de algo que se volvería costumbre en AC: la revisión de su propio catálogo, a veces hasta dentro de un mismo disco. Así, "No te bancaste" tiene dos versiones, y además volvería a ser regrabada en 2000, para el disco quíntuple El Salmón. "El sonido de la época se estaba quebrando… estábamos buscando sonidos más naturalmente crudos y razonables", explicaba. Y aventuraba: "Debería haber sido un disco con los demos, una sesión lisérgica a tres guitarras". Como fuera, la recepción mejoró, los videos ayudaron a viralizar los temas y la prensa tuvo mayor voluntad con un disco rockero.

Nadie sale vivo de aquí, 1989

1989. Caída del Muro en Berlín. Fin del comunismo en Europa del Este. Hiperinflación en Argentina. Nadie sale vivo de aquí. ¿Fue un título poético, cerrando el ciclo de referencias a The Doors con aquel Hotel Calamaro primigenio, o es un comentario sobre la realidad? Así como los tres anteriores, este cuarto As discográfico de Andrés llegó a instancia de delivery sin poder armar su juego. Entre la brutal hiperinflación, la crisis política alfonsinista, los cortes de luz que hacían perder días de estudio, las buenas experiencias de los secuaces en España (Gringui a comienzos de la década con su banda Carolina; Rot a mediados de década, con Tequila) y el escaso hype logrado a lo largo de todo el lustro, la cosa terminaría con Andrés cerrando la década con su partida en Madrid, aparentemente anticipada en este cuarto disco, que incluye canciones como "No tengo tiempo" o "Adiós, amigos, adiós".

"Buenas, soy el rock y vengo a decir: no te dejes confundir; si te ofrecen el anzuelo, tirá primero." Así arranca "Pero sin sangre", el track 2 de este disco, que bien podría conectar, desde 1989, a Todos Tus Muertos, surgida en 1985, y a Babasonicos, que recién aparecería en 1992. "Buenas, soy el rock", qué agradable sujeto. Calamaro entra en rol de forma más clara que nunca: donde Hotel Calamaro presentaba un autor fresco pero imberbe, donde Vida cruel podía traslucir cierta impostación y donde Por mirarte perdía solidez en el volumen de tracks, en Nadie sale vivo de aquí aparecía un Andrés Calamaro gastando los últimos cartuchos de esta saga, enfiestado de música ante el cambio de década y con una leve sensación de No Future propia del estado del país y del mundo, que se traduce en un disco de canciones desprejuiciadas pero significativas. "Un disco que gustó sin lograr nada", diría Calamaro después.

"Pasemos a otro tema" tal vez tenga la primera gran melodía irresistible de Andrés Calamaro. Hasta ahí, todos podemos habernos dejado engarzar por alguna canción de los primeros tres discos, pero cuando aparece "Pasemos a otro tema", el impacto es inmediato o total. Recuerdo haberla escuchado y haber fichado a Calamaro en los CD de la Colección de Oro de Revista Noticias (nací entre Vida cruel y Por mirarte), ya en la época de Alta suciedad. Recuerdo reconocer que era el mismo tipo que escuchaba todo el tiempo en la tele con "Flaca". Y esa frase: "Ella es tan formal que nunca me va a perdonar". El disco también trae "Ni hablar", que es un poco como un "Flaca" unos años antes.

"(Durante toda la década) Grabé mis primeros discos y mis primeros featurings, pero Nadie sale vivo de aquí es el primer disco que escribo entero y en el que logramos el sonido que seguimos usando en vivo y en grabaciones por mucho tiempo", resumió Andrés, que en este álbum vuelve a aparecer acompañado de sus laderos en Por mirarte: Gringui Herrera y Ariel Rot en guitarras y coros, el Alemán Schanzenbach en bajo y Ricardo González en batería (la base rítmica de Autobús). Entra Jordi Polanuer en saxo y sale Dries Holten en armónica y sintetizadores.

Parte de lo que hace que los '80s de Calamaro sean una década tan perfecta, incluso en su "falta de resultados", es cómo Nadie sale vivo de aquí anticipa, también, la década siguiente. Los temas para que los borrachos canten en grupo; los manejos vocales a la Dylan, Reed y Waits; las rumbitas y los temas guitarreros ruteros; las canciones hermosas sobre rupturas amorosas ("Pasemos a otro tema" o la fantástica "Señal que te he perdido", que también grabó Man Ray); los múltiples intentos con un mismo tema, como "Vietnam", presentado en dos partes, con los aportes de Cerati y de Fito. "Nuestro Vietnam, hecho de saliva y sangre, es verdad. Y tal vez no te voy a perdonar. Nuestro Vietnam."

Dice Calamaro que Nadie sale vivo de aquí es un disco que gustó sin lograr nada: "No recibió elogios importantes, no vendió, no conseguimos trabajo. En un momento Ariel (Rot) viajó a Madrid y yo mandé a decirle que no se molestara en volver", contó. Es más, se fue él, se fue a España. Y ahí con Rot y el guitarrista Juan Infante (otro ex Tequila), el Calamaro de los '90 armó Los Rodríguez y conquistó el rock en español. Después hizo Alta suciedad, Honestidad brutal y El Salmón como solista, y se confirmó como autor monumental. Y en la década siguiente, el Calamaro de los 2000 tuvo su regreso pleno, fue El cantante, abrió El palacio de las flores y soltó La lengua popular. Andrés Calamaro se va moviendo por décadas, por determinismo, por cábala o por accidente. Pero todas las décadas de Andrés nacen de la misma fuente: el Calamaro de los '80.